En el referéndum sobre la Unión Europea celebrado el pasado domingo en Moldavia, se han escrutado 1,4 millones de votos, con resultados que indican un apoyo ajustado al “Sí”, que alcanza el 50,46%, frente al 49,54% del “No”, según informó la Comisión Electoral Central del país. La presidenta Maia Sandu denunció que el proceso electoral fue objeto de una interferencia externa “sin precedentes”, señalando a Rusia como responsable de diversas maniobras para influir en los resultados.
Esta declaración de Sandu se produjo en un contexto en el que los resultados preliminares sugieren que podría ser necesaria una segunda vuelta en las elecciones presidenciales. Además, el referéndum que busca establecer la entrada en la UE como un objetivo constitucional ha sido extremadamente disputado, con los prorrusos liderando el conteo a lo largo de la noche.
Las autoridades moldavas han afirmado que Rusia ha estado involucrada en la compra de aproximadamente 300,000 votos, lo que representaría cerca del 20% del total de sufragios emitidos. Durante la campaña, el magnate Ilan Shor, actualmente refugiado en Rusia, lanzó una ofensiva en las redes sociales, ofreciendo incentivos a los ciudadanos moldavos para que persuadieran a otros a votar en contra del Gobierno.
La situación refleja un clima de polarización y tensión en Moldavia, donde la influencia rusa sigue siendo un tema crítico. La población se enfrenta a una encrucijada entre un futuro europeo y las presiones externas que buscan mantener la influencia del Kremlin en la región. Este referéndum no solo es un indicador de la voluntad popular, sino también un punto de inflexión que podría definir el rumbo político y social del país en los próximos años.